El Muralismo es un movimiento artístico de carácter indigenista, que surge tras la Revolución Mexicana de 1910 de acuerdo con un programa destinado a socializar el arte, y que rechaza la pintura tradicional de caballete, así como cualquier otra obra procedente de los círculos intelectuales, es esencial para unificar a un país que estaba recuperándose de una revolución y aunque es comúnmente considerado como una corriente artística, también se le puede considerar como un movimiento político y social.
Propone la producción de obras monumentales para el pueblo en las que se retrata la realidad mexicana, las luchas sociales y otros aspectos de su historia. El muralismo mexicano fue uno de los fenómenos más decisivos de la plástica contemporánea iberoamericana y sus principales protagonistas fueron Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. A partir de 1930 el movimiento se internacionalizó y se extendió a otros países de América.
Otros reconocidos pintores pertenecientes a este movimiento son Rufino Tamayo (considerado como el cuarto gran muralista mexicano), Roberto Montenegro, Federico Cantú y Jorge González Camarena.
El impulsor de este movimiento fue José Vasconcelos, filósofo y primer secretario de Educación Pública de México quien, tras la Revolución, pidió a un grupo de artistas jóvenes revolucionarios que plasmaran en los muros de la Escuela Nacional Preparatoria de la ciudad de México la imagen de la voluntad nacional.
Hoy en día, hay murales en la mayoría de los edificios públicos de la Ciudad de México, así como en otras ciudades de la República e incluso distintos países, como Chile, Argentina y Estados Unidos.
En la práctica, el indigenismo tomó varios cauces. Por un lado está la concepción histórica de Diego Rivera: descripción minuciosa de una idílica vida cotidiana antes de la llegada de los españoles. Por otro, la de José Clemente Orozco, que integra las culturas indígenas en el contexto de una religiosidad violenta; su obra épica la realizó con suficiente ironía, amargura y agresividad como para encarnar una imagen verdadera y convincente del mundo moderno, con su despiadada lucha de clases, teniendo como tema obsesionante el del hombre explotado, engañado y envilecido por el hombre. Sólo David Alfaro Siqueiros se interesó por acercar a la pintura moderna los valores plásticos de los objetos prehispánicos.
Cabe destacar que los muralistas mexicanos fueron de los principales contribuyentes en el perfeccionamiento de la técnica muralista utilizada durante el Renacimiento. Puesto que era
práctica común utilizar las paredes exteriores de los edificios, se debía adaptar la pintura a las cualidades climáticas del lugar; la respuesta fue cambiar del óleo al acrílico debido a que éste soporta mejor los cambios climáticos.
El introductor de nuevas técnicas y materiales fue Siqueiros, que empleó como pigmento pintura de automóviles (piroxilina) y cemento coloreado con pistola de aire; Rivera, Orozco y Juan O ‘Gorman emplearon también mosaicos en losas pre coladas, mientras que Pablo O’Higgins utilizó losetas quemadas a temperaturas muy altas. Las investigaciones técnicas llevaron también al empleo de bastidores de acero revestidos de alambre y metal desplegado, capaces de sostener varias capas de cemento, cal y arena o polvo de mármol, de unos tres centímetros de espesor.
Los temas principales de este movimiento de enormes pinturas con gran destreza incluían la Revolución Mexicana, la conquista, la industrialización, las tradiciones populares, la sociedad civil, el capitalismo, el socialismo, la política y los principales personajes de la cultura popular.